martes, 22 de octubre de 2013

Ubi sunt?




Hoy vuelvo a los temas más habituales de este blog. En esta ocasión, el patrimonio histórico y artístico de la hoy Basílica de San Pedro; y lo que ofrezco es una serie de reflexiones sobre el indignante expolio que sufrió el histórico templo durante el prolongado cierre que comenzó en mayo de 1985 y terminó en marzo de 1988.


El viejo tópico literario y moral del «Ubi sunt?» −«¿Dónde están»?− ha gritado con fuerza dentro de mí en la tarde de hoy, 22 de octubre de 2013. Me encontraba en la biblioteca del Instituto Séneca, aguardando el comienzo de una reunión de trabajo con otros profesores. Conocedor de la riqueza de esta biblioteca, en la que ya pasé muchas horas adolescentes, me dirigí a la zona donde se hallan los ejemplares del Boletín de la Real Academia de Córdoba (en lo sucesivo, BRAC). Abrí unos cuantos al azar y en el número 75 de esta publicación, correspondiente al periodo julio-diciembre de 1955, me encuentro un breve artículo del arqueólogo francés Pierre Dubourg-Noves[1], que se titula «Una Virgen del siglo XIII en San Pedro». Las dos fotos que ilustran el artículo son las siguientes:




Después de leerlo, o mejor dicho, mientras lo leía, se me encendió la luz de la memoria y, al mismo tiempo, brotó con impaciencia la pregunta que da título a estas líneas. Se me encendió la luz de la memoria porque me di cuenta de que esa imagen de la Virgen la he visto yo, y no una vez ni dos, sino durante años en la sacristía de la parroquia de San Pedro, dignamente puesta sobre una sencilla peana. Fue a raíz de la reforma que se hizo en dicha sacristía en 1970, cuando se «adaptó» −emplearemos un eufemismo− la capilla del Sagrario y de los Santos Mártires a la interpretación que en esos años se daba a la reforma litúrgica del dichoso Concilio Vaticano II. Como parte de esa misma reforma, se remodeló la sacristía, a la que se despojó de su capa de cal y se dejó en piedra vista (o «falsa piedra»), se suprimieron las tarimas de madera y se dispusieron unas vitrinas en las que se exhibía parte del rico patrimonio litúrgico de la parroquia: orfebrería, un maravilloso terno negro bordado, libros, imágenes… Incluso, durante un tiempo, se exhibieron allí las imágenes de San Acisclo y Santa Victoria de Jiménez de Sandoval que habían pertenecido al retablo de la ya cerrada iglesia de la Magdalena (durante unos años estuvieron «reconvertidas» en Santa Bárbara y Santa Lucía, no sé por qué), y hasta el grupo escultórico de los Santos Varones procedente también de la Magdalena: este último, a raíz del robo de que fue objeto a causa del abandono de la Magdalena, y que una vez recuperado por la Policía estuvo en San Pedro hasta su cierre en 1985.


El caso es que la contemplación de las dos fotos que ilustran el artículo del BRAC de 1955 me hacían clamar interiormente, pensando no sólo en esa maravillosa imagen, sino en tantas y tantas piezas del patrimonio artístico de San Pedro cuya pista se ha perdido desde el cierre de 1985 (o, por lo menos, desde la reapertura de 1998, en la que ya no estaban). Tengo que decir que, aunque en 2004 se hizo, supongo que por profesionales del tema o profesores de Historia del Arte de la Universidad de Córdoba un catálogo-inventario del patrimonio que a esa fecha conservaba la parroquia, en dicho catálogo faltan todas las piezas que yo recuerdo y que he visto durante toda la vida (anterior a 1985) en la hoy basílica.


En los años transcurridos he podido conocer el destino de algunas de estas piezas saqueadas a la hoy basílica de San Pedro; por ejemplo, el retablo de San José situado en el muro de la nave del lado de la epístola se halla en la parroquia de Santa Victoria (Barrio del Naranjo) y el retablo de las Ánimas, desaparecido «misteriosamente» antes de octubre de 1993, preside hoy la iglesia del Carmen de Castro del Río.


Pero de otras muchas obras de arte nunca más se supo… ¿o hay alguien que sabe y, por supuesto, calla?


Sé que lo que voy a hacer ahora es un simple ejercicio de retórica, porque nadie me va a contestar: quien no sepa las respuestas, por la sencilla razón de que no las sabe, y quien lo sepa, porque más le interesa callar. El expolio que se operó en San Pedro en los años de su cierra ha sido de tal calibre que una investigación formal podría acarrear funestas consecuencias.


Pero nadie me va a quitar las ganas de que me desahogue haciéndole al viento, por lo menos, las siguientes preguntas:


¿Dónde está esa Virgen gótica del siglo XIII-XIV que describe en su artículo el profesor Dubourg-Noves?


¿Dónde está la lápida que señalaba el emplazamiento exacto del lugar en que fueron halladas las reliquias de los Santos Mártires? Como tengo buena memoria, y para que al menos quede constancia de su texto, la inscripción decía algo muy parecido a lo siguiente:


EN ESTE LUGAR OCULTÓ LA PIEDAD, EN TIEMPOS DE SUPREMA ANGUSTIA, LAS VENERANDAS RELIQUIAS DE LOS SANTOS MÁRTIRES DE CÓRDOBA, QUE EN ÉL PERMANECIERON POR MÁS DE SETECIENTOS[2] AÑOS HASTA EL DE 1575, EN QUE PROVIDENCIALMENTE FUERON DESCUBIERTAS.


¿Dónde está el Niño Jesús que llevaba en su brazo izquierdo la Virgen de los Remedios, que antaño estaba en un retablo –también desaparecido− y que ahora ocupa, medio arrinconada, una hornacina situada en el baptisterio, justo en el sitio en que las mentes pensantes de la última restauración tapiaron sin contemplaciones una ventana que llevaba por lo menos siglo y medio abierta? Podemos verla aquí en una estampa de hacia 1960 y en una foto de 2004, en la que se puede apreciar la desaparición del Niño:



 


¿Dónde está la gran custodia de plata dorada que había en la vitrina de la sacristía?


¿Dónde está el terno negro –capa pluvial y dos dalmáticas suntuosamente bordadas, quizá en el siglo XVII− que se exhibía en una vitrina de la sacristía? Tengo que decir que las dalmáticas las vi una vez hace pocos años, en una ceremonia litúrgica, celebrada en la iglesia de San Pedro Alcántara por la entonces incipiente Hermandad Universitaria. Me dijeron que estaban en el Museo Diocesano. Démosle el beneficio del crédito a esta respuesta, aunque no nos satisface, porque donde deberían estar es… en San Pedro.


¿Dónde está la imagen de San Sebastián que ocupaba la hornacina principal del retablo situado en el muro de la epístola, junto a la capilla del Sagrario?


¿Dónde están las placas de bronce con inscripción latina grabada, que anunciaban, en la puerta de la capilla del Sagrario, que se trataba de un altar privilegiado, con indulgencia plenaria perpetua «semel in die»?


¿Dónde está, en fin, la imagen de San Pedro como Papa sentado en su trono, que ocupaba la hornacina central del retablo principal, hoy presidida por la Virgen de la Esperanza de Sandoval? A esta pregunta sí tengo la respuesta: la imagen -de vestir- está desmantelada y hecha pedazos en una sala alta de la iglesia, olvidada y cubierta de polvo como el arpa de Bécquer. La tiara de plata, al menos, es visible en la vitrina de la sacristía...

Las respuestas… como en la canción de Bob Dylan, «las respuestas están en el viento», o sea, que nadie me va a responder a las que yo no sé. Quizá, incluso, sea mejor no saber qué pasó con tan valioso patrimonio.






[1] Pueden consultarse datos sobre este prestigioso arqueólogo francés en http://www.academie-angoumois.org/Pierre-Dubourg-Noves.


[2] No estoy seguro de si decía «SETECIENTOS» o «SEISCIENTOS».

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